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Mostrando entradas de diciembre, 2013

Abrazar al vacío

Jamás creí que fuera posible abrazar al vacío. Pero sé puede. Lo he vivido. Corre la tarde. El sol que coloreaba la habitación abandonó la postal improvisada tras el cristal de mi ventana. Y yo no lo noté hasta que tuve que forzar la vista porque no distinguía las letras del teclado. Me había vuelto a perder entre mis pensamientos. De nuevo. Quieres... o mejor, necesitas maldecir al tiempo. Por una vez, te ilusionas con que sé compadezca de ti y sé detenga un rato. Nunca cumplirá tu deseo. ¿Cómo pueden seguir dando saltitos las manecillas del reloj cuando tu te has roto por dentro? Puedes intentar quitarle las pilas para que deje de sonar ese tic-tac tan pesado. Y así no escuchar más el recordatorio de lo extraviado en ese presente ya moribundo. Incluso, tal vez logres aislarte por unos minutos (ya he usado una de las malditas palabras, caigo en su juego) y te convenzas de que es un mal sueño y pronto despertarás. Y justo en ese instante en el que empiezas a sonreír en tu amarga

Cómo dar cuerda al reloj según Julio Cortázar

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suel

Ausencia

Ausencia de Jorge Luis Borges Habré de levantar la vasta vida  que aún ahora es tu espejo:  cada mañana habré de reconstruirla.  Desde que te alejaste,  cuántos lugares se han tornado vanos  y sin sentido, iguales  a luces en el día.  Tardes que fueron nicho de tu imagen,  músicas en que siempre me aguardabas,  palabras de aquel tiempo,  yo tendré que quebrarlas con mis manos.  ¿En qué hondonada esconderé mi alma  para que no vea tu ausencia  que como un sol terrible, sin ocaso,  brilla definitiva y despiadada?  Tu ausencia me rodea  como la cuerda a la garganta,  el mar al que se hunde.