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Mostrando entradas de enero, 2015

Ritmos invernales (V)

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  Pensando en marzo de Eloy Sánchez Rosillo En su momento, marzo volverá, según los calendarios nos indican. Y no es que piense yo que no sea cierto que ha de ocurrir su vuelta. Sin embargo, cuánto lo echo de menos esta tarde de mediados de enero. Se diría  fábula en la memoria e ilusión de todo el bien posible. Uno no ignora que existe el sol, que hay pájaros, abejas, tardes que paulatinas van creciendo, rosas, cielos azules y muchachas de ojos irresistibles y de andares muy peligrosos para los que miran sin tomar precauciones. Pero es misterio que confluya todo eso -y tan intensamente, y tan de golpe- en un punto del año, que se junte y se funda en seguida en una cosa que es más que cada cosa y es milagro hecho ante nuestro asombro. Sí, parece que marzo ha de volver, y así lo dicen los almanaques, la experiencia y quienes saben del mundo y de sus movimientos, de estaciones, de ciclos. Aunque yo, desde este exilio que es su au

Uno de esos poemas eternos (I)

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Caminante no hay camino de Antonio Machado Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar.

No te rindas, según Benedetti

No te rindas de Mario Benedetti No te rindas, aun estas a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo. No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo. No te rindas, por favor no cedas, aunque el frio queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento, aun hay fuego en tu alma, aun hay vida en tus sueños, porque la vida es tuya y tuyo tambien el deseo, porque lo has querido y porque te quiero. Porque existe el vino y el amor, es cierto, porque no hay heridas que no cure el tiempo, abrir las puertas quitar los cerrojos, abandonar las murallas que te protegieron. Vivir la vida y aceptar el reto, recuperar la risa, ensayar el canto, bajar la guardia y extender las manos, desplegar las alas e intentar de nuevo, celebrar la vida y retomar los

Aprender a decir adiós

¿Cómo se aprende a decir adiós a un ser querido? ¿Cómo dejas a ir a alguien que te ha acompañado toda la vida? ¿Cómo sentirte si no puedes despedirte en persona? Se convierte la distancia en una frontera infranqueable, en una maldita barrera, en un vacío enajenado, en una tristeza solitaria. Y lo más complicado es sobrellevar la soledad. Silencio, salvo mis lágrimas. La necesidad de un último abrazo, la necesidad de un último te quiero.

Bordando recuerdos

Bordando recuerdos de Rodrigo Carrillo Busco  la hebra exacta para comenzar a desenredar el ovillo de recuerdos y olvidos que dejan maniatado el corazón Busco una aguja para seguir pinchándole el pulgar a la nostalgia.

De alguna forma necesito despedirte

Despedida de Jorge Debravo El camino, despacio, retrocede a nuestras espaldas. Todos los árboles se han alejado hacia el poniente. Todo en la tierra se aleja alguna vez. La luna y el paisaje. El amor y la vida. El reloj, en mi muñeca, dice que son las cinco de la tarde. La hora de los adioses, la hora en que la misma tarde agita nubecillas en despedida.

Ritmos invernales (IV)

Canción de Invierno de Manuel Machado Los días están tristes y la gente se muere, y cae la lluvia sucia de las nubes de plomo ... Y la ciudad no sabe lo que le pasa, como el pobre corazón no sabe lo que quiere. Es el invierno, oscuro túnel, húmedo encierro por donde marcha, a tientas, nuestro pobre convoy. Y nos tiene amarrados a la vida de hoy, como un amor que tira de su cadena al perro. Luto, lluvia, recuerdo. Triste paz y luz pobre. Cerremos la ventana a este cielo de cobre. Encendamos la lámpara en los propios altares ... Y tengamos, en estas horas crepusculares, una mujer al lado, en el hogar un leño ..., y un libro que nos lleve desde la prosa al sueño.

La lluvia puede latir a diferentes ritmos (VII)

Tempestad con silencio de Pablo Neruda Truena sobre los pinos. La nube espesa desgranó sus uvas, cayó el agua de todo el cielo vago, el viento dispersó su transparencia, se llenaron los árboles de anillos, de collares de lágrimas errantes. Gota a gota la lluvia se reúne otra vez en la tierra. Un solo trueno vuela sobre el mar y los pinos, un movimiento sordo: un trueno opaco, oscuro, son los muebles del cielo que se arrastran. De nube en nube caen los pianos de la altura, los armarios azules, las sillas y las camas cristalinas. Todo lo arrastra el viento. Canta y cuenta la lluvia. Las letras de agua caen rompiendo las vocales contra los techos. Todo fue crónica perdida, sonata dispersada gota a gota: el corazón del agua y su escritura. Terminó la tormenta. Pero el silencio es otro.

Ritmos invernales (III)

Jardín de invierno de Pablo Neruda Llega el invierno. Espléndido dictado  me dan las lentas hojas  vestidas de silencio y amarillo.  Soy un libro de nieve,  una espaciosa mano, una pradera,  un círculo que espera,  pertenezco a la tierra y a su invierno.  Creció el rumor del mundo en el follaje,  ardió después el trigo constelado  por flores rojas como quemaduras,  luego llegó el otoño a establecer  la escritura del vino:  todo pasó, fue cielo pasajero  la copa del estío,  y se apagó la nube navegante.  Yo esperé en el balcón tan enlutado,  como ayer con las yedras de mi infancia,  que la tierra extendiera  sus alas en mi amor deshabitado.  Yo supe que la rosa caería  y el hueso del durazno transitorio  volvería a dormir y a germinar:  y me embriagué con la copa del aire  hasta que todo el mar se hizo nocturno  y el arrebol se convirtió en ceniza.  La tierra vive ahora  tranquilizando su interrogatorio,  extendida la

Ritmos invernales (II)

El invierno para beberlo de Vicente Huidobro El invierno ha llegado al llamado de alguien Y las miradas emigran hacia los calores conocidos Esta noche el viento arrastra sus chales de viento Tejed queridos pájaros míos un techo de cantos sobre las avenidas Oíd crepitar el arcoiris mojado Bajo el peso de los pájaros se ha plegado La amargura teme a las interperies Pero nos queda un poco de ceniza del ocaso Golondrinas de mi pecho qué mal hacéis Sacudiendo siempre ese abanico vegetal Seducciones de antesala en grado de aguardiente Alejemos en seguida el coche de las nieves Bebo lentamente tus miradas de justas calorías El salón se hincha con el vapor de las bocas Las miradas congeladas cuelgan de la lámpara Y hay moscas Sobre los suspiros petrificados Los ojos están llenos de un líquido viajero Y cada ojo tiene un perfume especial El silencio es una planta que brota al interior Si el corazón conserva su calefacción igual Afuera

Ritmos invernales (I)

Las tardes de enero de Juan Ramón Jiménez Va cayendo la noche: La bruma ha bajado a los montes el cielo: Una lluvia menuda y monótona humedece los árboles secos. El rumor de sus gotas penetra hasta el fondo sagrado del pecho, donde el alma, dulcísima, esconde su perfume de amor y recuerdos. ¡Cómo cae la bruma en en alma! ¡Qué tristeza de vagos misterios en sus nieblas heladas esconden esas tardes sin sol ni luceros! En las tardes de rosas y brisas los dolores se olvidan, riendo, y las penas glaciales se ocultan tras los ojos radiantes de fuego. Cuando el frío desciende a la tierra, inundando las frentes de invierno, se reflejan las almas marchitas a través de los pálidos cuerpos. Y hay un algo de pena insondable en los ojos sin lumbre del cielo, y las largas miradas se pierden en la nada sin fe de los sueños. La nostalgia, tristísima, arroja en las almas su amargo silencio, Y los niños se duermen soñando con ladrones y lobos ha