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Mostrando entradas de enero, 2013

Una carta con destinatario

Escribamos una carta. No importa el destinatario. Mandémosla al mundo sin un sello ni una dirección. Como ese pliego que lanzas al mar en una botella. No esperemos una respuesta. O quizás sí que deberíamos dedicársela a alguien: a la vida. Esa que te acompaña mientras respiras. Esa que quieres relegar al olvido cuando te embarga la melancolía. Con garabatear unas pocas grafías podemos expresar lo que sentimos, más palabras sobrarían: Gracias. 

Eterna compañera

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Hoy he conocido a mi nueva amante: la soledad. Esa que me acompaña todas las noches de vigilia. Aquella que, con silencios, me besa. No fui yo quien se enamoró de ella, sino ella fue la que se fijó en mí. Me ha atrapado en sus redes y no me deja escapar. Es muy posesiva. Me hizo un regalo, para ella de un valor inestimable: el olvido. Mi vida transcurre sin que pueda vivirla, como si fuera un mero espectador que no puede decidir lo que sucede en la obra que se está representando, como un director de orquesta sin batuta. No tengo nombre, no tengo rostro. Solamente puedo escapar de una manera. Miro hacia la ventana, desvencijada, que cruje por culpa del viento. Y encamino mis pasos hacia ella. 

Día 2. He conseguido sonreír.

Alguien duerme a mi lado. Respira con dificultad. Sus leves ronquidos me resultan desconocidos. Aunque no deseo abrir los ojos para ver quién es, pues se rompería este pequeño instante de paz en el que me siento inmersa. Si me muevo, regresarán los dolores y las pesadillas.  "Buenos días", mi soledad se desvanece de repente por culpa de una voz infantil y cantarina. "¿Cómo te llamas? Yo soy Lucía." No le respondo. La ignoro. Tal vez piense que estoy dormida. "¡Qué suerte tengo de estar contigo como compañera de habitación, así será más divertido estar en el hospital! No sé si me escucharás, pero me gustaría ser tu amiga."  La miro de reojo. Ella no se da cuenta. Es una niña de unos diez u once años, tal vez un poco más pues se encuentra muy delgada y encogida. En sus pupilas brilla una felicidad que a mí me fue arrebatada. Me hace sonreír con su inocencia. Entonces noto que el pañuelo que oculta su cabeza, tapa la falta de cabello. "Me ll