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Mostrando entradas de abril, 2016

Te quiero, renacuaja

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Es la primera entrada personal que hago. Solamente cinco palabras: Estoy orgullosa de ti, pequeña. Sigue así. Como siempre. No se puede decir más.

Somos seres solitarios (III): Intimidad

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Intimidad de Mario Benedetti  Soñamos juntos juntos despertamos el tiempo hace o deshace mientras tanto no le importan tu sueño ni mi sueño somos torpes o demasiado cautos pensamos que no cae esa gaviota creemos que es eterno este conjuro que la batalla es nuestra o de ninguno juntos vivimos sucumbimos juntos pero esa destrucción es una broma un detalle una ráfaga un vestigio un abrirse y cerrarse el paraíso ya nuestra intimidad es tan inmensa que la muerte la esconde en su vacío quiero que me relates el duelo que te callas por mi parte te ofrezco mi última confianza estás sola estoy solo pero a veces puede la soledad ser una llama.

Somos seres solitarios (II): Un pensamiento propio

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Somos seres solitarios que intentamos hacer vida en sociedad. Solitarios al nacer, solitarios al morir. Venimos solos y moriremos solos, mas en el camino necesitamos ir acompañados. Damos lo que sea por un abrazo, un suspiro o, incluso, una lágrima. Nos hacemos rodear de familia, amigos, pareja, una mascota..., con tal de no enfrentarnos al desamparo, al silencio de nuestra mente, o al abandono de nuestro corazón. Nos aterra la idea de tener tiempo para enfrentarnos a nuestro subconsciente, a conocernos a nosotros mismos. Comunicarnos, hablar, relacionarnos con el resto. La soledad es mejor aislarla en una torre de marfil, desterrarla de nuestro día a día, aunque es en ella cuando emerge la creación del artista, cuando aprendemos a saber cuáles son nuestras virtudes y nuestros defectos, cuando tenemos tiempo para soñar. Sin embargo, esta es solo una clase de soledad. Una soledad bella y pura, como la del astro solar. Eterna, infinita y poética. La melancolía surge en el aislamie

Somos seres solitarios (I): la versión de Juan Ramón Jiménez

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Soledad de Juan Ramón Jiménez En ti estás todo, mar, y sin embargo,  ¡qué sin ti estás, qué solo,  qué lejos, siempre, de ti mismo! Abierto en mil heridas, cada instante,  cual mi frente,  tus olas van, como mis pensamientos,  y vienen, van y vienen,  besándose, apartándose,  en un eterno conocerse,  mar, y desconocerse. Eres tú, y no lo sabes,  tu corazón te late y no lo siente... ¡Qué plenitud de soledad, mar sólo!