Un árbol que llora
Justo en ese instante en el que el árbol derrama algunas lágrimas,
justo ese momento en el que añora a su "pequeña" alondra.
Su ya no tan pequeña alondra aprendió a volar y no volvió.
Le construyó su nido, la alimentó y la protegió del frío.
Fue su primera hijita, la amó sin reservas.
Y ahora otea el horizonte con ilusión, con una fe ciega.
Tus hijos no son tus hijos
ResponderEliminarson hijos e hijas de la vida
deseosa de si misma.
No vienen de ti, sino a traves de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.
(Kahlil Gibran)
El árbol es la casa, la alondra tiene sus hijos, que nacen, viven, pero vuelan, a veces retornan, otras reinician su vida, su ser en otros nidos, en otros árboles; la vida es el continuo renacer de una semilla para dar otra vida, y de ahí otra existencia; los padres se desviven por los hijos, los hijos crecen maduran y agradecen su vida y su felicidad, volando siempre en pos de una vida de paz y armonía...
ResponderEliminarLas aves tienen unos fuertes lazos familiares, por muy lejos que vuelen, por muchos lugares que visiten, jamás olvidan su primer nido.
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