Tacones de aguja


Pasos envueltos por el silencio de la soledad. Imagen fugaz. Tacones de aguja. Música de jazz. Cabello rubio. Un solo de saxo. Un crujir suave, leve, apenas perceptible, de las tablas de una falda al entrecruzar las piernas. Se sienta enfrente del espejo. Aún no ha terminado de maquillarse. Suspira intentando relajarse mientas da una última calada al cigarrillo que apagará en un cenicero momentos después. Levanta la mirada y sonríe a su propio reflejo.
Ha de ponerse guapa para la cita de esa noche. Labios pintados de rojo, un sensual color negro enmarca sus ojos, los envuelve en una niebla que los antoja lejanos, llenos de misterio.
La canción sigue sonando. Un insinuante escote luce sus pequeños pechos. Está nerviosa. Corre por sus venas el arte de la seducción, que han obtenido generaciones y generaciones de mujeres antes que ella, durante siglos de práctica. Es un instinto que mezcla con lo aprendido en susurros y noches de juerga. Sabe como deslizar las caderas a cada lado con delicadeza y sutileza, pestañear, llorar, ser coqueta, hacer creer a un chico que no está siendo manejado, sino que es él quien controla la situación…
Chica con veintipocos. Recién salida de la casa de papá y mamá, inocente, sin ser consciente de nada. Es una farsa diseñada con astucia entre miradas furtivas, rímel oscuro y cuchicheos al oído, en voz baja.
Ensaya una tímida sonrisa a la vez que se rodea de un perfume con un olor embriagador. Su primera cita. Su primer chico. Aunque sólo tiene, en realidad, quince años. Repasa mentalmente lo que debe hacer y se marcha dejando  un aroma de jazmín y vainilla.
Van a un restaurante y luego, a lo mejor, a una discoteca. Él es mayor. Admite unos treinta. Desconoce si será un coche, un hotel, una pensión o su propia casa, pero espera que no sea un descampado. Prometió que pagaría bien. Ella sigue soñando con ser actriz o modelo; y con esos pensamientos su figura se diluye entre las brumas de la noche. Una juventud malgastada con la única promesa de un mañana incierto y que puede que no exista. Desperdiciar el presente por un futuro que se encuentra en nuestra imaginación. Andar sin rumbo fijo aunque con una meta en un océano ahogado en la hipocresía y en sus propias mentiras.

Comentarios

  1. Me encanta!!! Esto también lo piblicaste en la revista del instituto, y me encantó ^^ .

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  2. Sí, este cuentecillo tiene sus años ya... =)

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