Día 2. He conseguido sonreír.
Alguien duerme a mi lado. Respira con dificultad. Sus leves ronquidos me resultan desconocidos. Aunque no deseo abrir los ojos para ver quién es, pues se rompería este pequeño instante de paz en el que me siento inmersa. Si me muevo, regresarán los dolores y las pesadillas.
"Buenos días", mi soledad se desvanece de repente por culpa de una voz infantil y cantarina. "¿Cómo te llamas? Yo soy Lucía."
No le respondo. La ignoro. Tal vez piense que estoy dormida.
"¡Qué suerte tengo de estar contigo como compañera de habitación, así será más divertido estar en el hospital! No sé si me escucharás, pero me gustaría ser tu amiga."
La miro de reojo. Ella no se da cuenta. Es una niña de unos diez u once años, tal vez un poco más pues se encuentra muy delgada y encogida. En sus pupilas brilla una felicidad que a mí me fue arrebatada. Me hace sonreír con su inocencia. Entonces noto que el pañuelo que oculta su cabeza, tapa la falta de cabello.
"Me llamo Sara. Y sí, también quiero que seas mi amiga".
Ayer fue mi segundo primer día de vida,
porque fui capaz de sonreír por primera vez en meses. Desde mi segundo
renacer, los días no se suceden unos a otros en una línea temporal, son
antojadizos, saltan en el tiempo como quieren, no existe un mañana ni un
pasado, solamente un presente, en el que consigo recuperar algo de esa
lucidez extraviada entre esos períodos de sombras y en tierra de
nadie. Hoy he empezado a vivir. Mi segunda oportunidad.
Continuará...
Continuará...
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