Ser papel mojado


El deseo está roto antes de ser expedido, sin sello, por el viento. Podrías soplar y soplar pero nunca alcanzará su secreto destino, pues esos emisores de sueños a los que llaman dientes de león son frágiles, pues son delicados. La melancolía se tiñe de un duelo blanco ante el diente de león quebrado. Nunca podré hacerte llegar mi mensaje, por más que le susurre al viento, él no tiene fuerza suficiente para hacerse escuchar por alguien que ya no entiende el lenguaje de estar enamorado. Tampoco podré decirte que eras mi primera historia no escrita en papel, pero sí te convertiste en papel mojado. Ese que empapó cuando lo dejamos, descuidadamente, a la intemperie, bajo la lluvia del tiempo. Se arrugó, se rompió por alguno de los extremos y flotó al viento. Yo también era tu papel mojado, aunque estuviera ajado, aunque estuviese desvaído. Quisimos ser papeles mojados en los que se corría la tinta, dejando regueros rojos, al intentar sobrescribir palabras "descaligrafiadas". Unas palabras que se desdibujaban silenciosas hasta ser ilegibles. Y las cuales se diluían un poco más al repasarlas para corregir su trazo o al llorarlas. 
Un momento. Tal vez queden cipselas suficientes en el diente de león para cerrar los ojos y soplar. Soplar con mucha fuerza para que naveguen sin timón hacia tu horizonte. Ojalá no sea tarde para decir que puedas insuflar aire a tus propias cipselas. Cuídalas, no permitas que se transformen en otro papel arrugado, en otro papel mojado.

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